Era 2016. Mi primer viaje a Los Ángeles estaba servido. Tres meses. Esa era la idea. Antes de ir, los preparativos: contactar con estudios de tatuajes para hacer algo de dinero, coordinar todo, cerrar reuniones.
Pero apenas estuve dos semanas y ya estaba pintando como un loco.
Antes del viaje, había movido fichas. Contacté con empresas y personas influyentes en el mundo del street art. Algunas se cerraron en banda. Una en especial, tiempo después, me dijo que si no llegamos a un trato fue culpa mía. Que no contestaba los emails. Manda cojones…
Los comienzos en LA fueron duros. Un tío de pueblo, sin apenas inglés, fuera de su zona de confort. Pero me sobraban ganas y cojones para salir adelante. Con ayuda o sin ella.
Pasaron los tres meses y mi visado expiró. Tenía que irme. Pero ya había empezado mi periplo por conseguir un visado de artista.
Por aquel entonces, tenía muy buena relación con Montana Colors, con sede en Barcelona. Acababan de abrir almacén en LA y la conexión con ellos fue natural. Gracias a Angelo, gerente de Montana LA, pinté con Ces, leyenda viva de Nueva York. Después, fui a la nave a ver las instalaciones y les dejé un lienzo para la oficina.
Con el tiempo, me planteé pedirles ayuda con el visado. Necesitaba un sponsor. Y en mi cabeza, eso tenía sentido. Error. En base a mis expectativas (iluso de mí), creí que llegaríamos a un acuerdo. Pero no. Y sin entrar en detalles, cuando me dijeron que no podían, lo acepté. No pasa nada.
Solo que sí pasaba algo. Mi orgullo herido.
En un arrebato de rabia infantil, decidí pintar mis latas y borrar su logotipo. No quería darles publicidad. Como si así les hiciera daño. Viéndolo ahora, una gilipollez. Pero en su momento, me pareció una forma de desquitarme. Obviamente, esto no les gustó. Y así, una buena relación se rompió por completo.
Este acto sirvió en bandeja a mis detractores para cargar contra mí en redes. Se creó una caza de brujas. No me importó mucho, la verdad. La gente siempre busca excusas para tirar mierda. Lo que sí me dolió fue perder la relación con Montana. Porque, en el fondo, sí eran amigos. Y la cagué.
Hoy, años después, fui a las oficinas de Montana en Barcelona. Les llevé unos libros. Hablamos. De lo sucedido. De mis cagadas. De los comportamientos de ciertos individuos en el pasado. Pero, sobre todo, de que todo eso ya es una anécdota. Lo importante era asumir mis errores. No lo hice bien. Punto. Y quería pedir disculpas como se debe (Hacia mucho tiempo que tenia pendiente lo de hoy)
Todos en algún momento de nuestra vida la hemos liado. Y aquellos que creen que nunca fallaron, que se sienten con derecho a criticar a los demás, que miren bien a su alrededor…
Así que, niños, al más puro estilo He-Man: no le deseen el mal a nadie, nadie es menos que ustedes, no sean pendejos. Y si lo fueron, sabed que la vida los pondrá en su sitio. Paz, amor y, si algo les molesta, respiren tres veces profundamente. Y sigan adelante!