Recuerdo cuando era pequeño y pasaba por la tienda a comprar la merienda después del colegio. Había dos opciones gloriosas: los Bollycaos y los Fosquitos, ambos de la mítica Panrico. Dentro de estos dulces empapados en azúcar venían pequeños sobres con cromos. Y aquí estaba la magia: la grasa del bollo mojaba el papel del sobre, y podías entrever lo que había dentro, como si fuera una ventana secreta a otro mundo.
Parte trasera de los cromos de Transformers que venían dentro de los Bollycaos.
Los cromos de Transformers eran especiales. No eran como los dibujos animados, sino más detallados, más cercanos a las ilustraciones de los packaging de los juguetes. Y eso tenía un motivo: detrás de esas imágenes estaba Mark Watts, un artista que dotaba a los Transformers de una estética poderosa, casi realista, con reflejos metálicos que hacían que parecieran auténticos colosos de acero. Su trabajo elevaba esos juguetes a algo más, a algo que despertaba la imaginación.
Cromos de Transformers que venían dentro de los Bollycaos en los 90.
Lo mismo pasaba con los Masters del Universo. Las ilustraciones de los envases parecían salir de otra dimensión, llenas de colores imposibles y un nivel de dramatismo impresionante. Ahí estaba Earl Norem, un artista legendario que llevó a He-Man y Skeletor a un nivel visual brutal, con composiciones épicas que parecían salidas de una pintura clásica, con ese toque de fantasía oscura que te hacía creer que aquellos personajes realmente existían en un universo lejano.
Earl Norem — Stag magazine – Aug. 1973
Estas imágenes eran algo más que simples dibujos en cajas. Eran portales a otros mundos. Eran un recordatorio de que el arte tradicional estaba en todas partes. Ilustraciones hechas a mano, con errores, con texturas, con trazos visibles. Ahora, en la era de la inteligencia artificial, hacer una ilustración parece más fácil que nunca. Pero precisamente por eso, el arte hecho a mano resalta más que nunca. Es lo que queda genuino en medio de una tormenta de creaciones generadas en segundos.
La historia nos recuerda por nuestro arte. No por nuestros algoritmos, sino por nuestras pinturas, esculturas, piezas metálicas desgastadas por el tiempo. La humanidad ha dejado su huella en el arte desde el principio. Y en este momento de transición, donde la tecnología avanza y la sociedad parece confundida, lo que es hecho desde el alma y con las manos cobra más valor.
IImagen extraída de mi libro Saturno Lights and Shadows, donde hablo sobre la inspiración en la gama de color de Masters del Universo y cómo influye en mi proceso creativo. Enlace de compra al final del artículo.
Utilicemos las herramientas que nos brinda la evolución y la tecnología, pero no olvidemos lo esencial. Lo que realmente mantiene una parte de nosotros. Eso que, al sostenerlo entre las manos, nos haga sentir que lo que hay detrás es ejemplar. Las historias detrás de las pinturas son lo realmente valioso. Si ese trabajo en particular cumple el cometido de perpetuar la esencia de lo que somos, en cierto modo, como civilización. La historia está contada desde muchos puntos distintos, no perdamos el más interesante de todos.